100 AÑOS DEL FÚTBOL- NOMINA DE PRESIDENTES QUE HA TENIDO ESTA INSTITUCIÓN DESDE QUE NACIÓ EN EL AÑO 1915.
1915 Presidente Honorario 6 meses Eusebio Alvarez Paredes
1915-1918 Jose Domingo Santana
1918-1920 Antonio Gonzalez
1920-1922 Alfredo Navarro
1922-1955 Enrique Paredes
1955-1955 Eduardo Atala (solo un año)
1958-1963 Agustin Hernandez
1963-1965 Salvador Sade
1965-1968 Tito Toledo Alvarez
1968-1971 Juan Alvarez
1971-1973 Jorge Espinoza
1973-1978 Jose del Carmen Seron
1978-1980 Jaime Vargas
1980- 1982 Nelson Retamal
1982-1984 Jose del Carmen Seron
1984-1986 Jose del Carmen Seron
1986-1988 Heriberto Igor Perez
1988-1990 Raul Tapia Valencia
1990-1992 Guido Miranda Flores
1992-1994 Wenceslao Guerrero Diaz
1994-1996 Eduardo Essedin Atala
1996-1998 Julio Toledo Maldonado
1998-2000 Luis Seron Guerrero
2000-2002 Carlos Gonzalez Uribe
2002-2004 Francisco Saldivia Torres
2004-2006 Raul Maldonado Ramirez
2006-2008 Raul Tapia Valencia
2008-2010 Raul Tapia Velencia
2010-2012 Moises Oyarzun
Crónicas del ayer
jueves, 26 de julio de 2012
CEMENTERIO DE GASPAR DEL RIO.
En este sector descansarían los restos de los tripulantes de una embarcación que protagonizaron tragedia en la Barra del rió Maullin.
La Armada de Chile en el año 1874 sufrió la perdida de importantes hombres de su institución, como fue el caso de Francisco Vidal Gormaz.
El accidente marítimo ocurrió el 6 de Enero de 1874 cuando el bote que tripulaban el guardia marina Atilio Verdugo y los marineros Manuel Contreras, Francisco Oyarzo Agustin Cordoba, al mando del Prestigioso Capitan Francisco Vidal Gormaz
En este sector descansarían los restos de los tripulantes de una embarcación que protagonizaron tragedia en la Barra del rió Maullin.
La Armada de Chile en el año 1874 sufrió la perdida de importantes hombres de su institución, como fue el caso de Francisco Vidal Gormaz.
El accidente marítimo ocurrió el 6 de Enero de 1874 cuando el bote que tripulaban el guardia marina Atilio Verdugo y los marineros Manuel Contreras, Francisco Oyarzo Agustin Cordoba, al mando del Prestigioso Capitan Francisco Vidal Gormaz
ESCUELA ENCARNACION OLIVARES.
Fundada por Decreto Supremo el 09 de octubre de 1856, funcionó en sus inicios en una casa particular, su directora fue doña Encarnación Olivares atendiendo en principio a una matricula de 43 alumnos.
el año 1927 funcionó como escuela 55 el año 1937 como escuela 44 en el año 1940 como escuela superior de niñas.
En el año 1979 como escuela F-656, y hasta el año (2012) funciona con el nombre de " Encarnación Olivares".
Desde el año 1950. ocupa el actual edificio de Calle Gomez.
Fundada por Decreto Supremo el 09 de octubre de 1856, funcionó en sus inicios en una casa particular, su directora fue doña Encarnación Olivares atendiendo en principio a una matricula de 43 alumnos.
el año 1927 funcionó como escuela 55 el año 1937 como escuela 44 en el año 1940 como escuela superior de niñas.
En el año 1979 como escuela F-656, y hasta el año (2012) funciona con el nombre de " Encarnación Olivares".
Desde el año 1950. ocupa el actual edificio de Calle Gomez.
domingo, 22 de julio de 2012
La Joya Arquitectónica del Pueblo.
El templo tiene 125 años, de clara influencia neogótica y en
la Región sólo hay tres, los otros están en Frutillar y en Puerto Octay. Su
particularidad es la altura y sus naves basilicales, por lo que se piensa que
en ese entonces, Maullín era muy pujante económicamente y tal vez se pretendía
convertirlo en un centro eclesiástico más importante",. Incluso, desde un
principio habría sido hecho en latón traído desde Europa, porque Maullín era un
puerto donde iban y venían vapores desde el Viejo Mundo.
Hasta Maullín llegó la misión jesuita y por eso en un
principio se llamó San Francisco Javier de Maullín, pero después que los
jesuitas fueron expulsados de Chiloé y se fueron a Puerto Montt, vino la misión
de los franciscanos. "Esa misión la llamó Nuestra Señora del Rosario y de
las dos imágenes que trajeron, una está acá y la otra en Carelmapu, bajo el
nombre de Nuestra Señora de la Candelaria, en vez de San Antonio de Padua, como se llamaba
antes".
Cabe recordar que la diócesis de Ancud en un principio
comprendía desde Valdivia a Punta Arenas, pero luego la mayoría de los
obispados se desmembraron, por lo que hay una influencia directa de la Escuela
Chilota de Arquitectura religiosa, civil y naval más allá del canal de Chacao.
La iglesia de Maullín, se dice que fue hecha por carpinteros
chilotes de ribera. "Llevo muchos años dedicado a esto y la iglesia de
Maullín fue pintada a mano por dentro
MAULLIN Y SU HISTORIA HASTA FINES DEL SIGLO XX
MAULLIN Y SU HISTORIA HASTA FINES DEL SIGLO XX
La antropología física tiene que ver con la evolución biológica y la adaptación fisiológica de los
seres humanos a la geografía y al medioambiente; como así la antropología social observa las formas de
convivencia de un grupo determinado, su lengua, sus costumbres, su cultura. Estas visiones, en términos
generales, servirán de base para este capítulo.
De altísimo interés sería conocer el origen de las diferentes etnias que existieron entre Chiloé y el
Canal Messier. Límite sur debería ser la Isla Little Wellington, pero en la práctica no hay ninguno debido
a que el pueblo alacalufe sobrepasó el Estrecho de Magallanes hasta la Isla Dawson.
Llevadas ambas ciencias al campo etnohistórico que nos preocupa, vemos que los científicos han
hecho escasos progresos, el Estado no se preocupa de esta área, las universidades carecen de recursos
para estimular dichos estudios y estamos consumiendo, muchas veces, hipótesis entregadas por
investigadores de otras fronteras que no han tenido, tampoco, ni el tiempo ni la dedicación necesarios
para estudiar en terreno lo que no les pertenece.
Las huellas rupestres del poblamiento remoto en las tierras firmes y accesibles del interior son
numerosas, al parecer ligadas por antigüedad y manufactura a un pueblo desconocido, no identificado.
Hay cierta uniformidad en esas pinturas, aun bajo la secuencia de motivos y fechas; pero, en relación a los
restos líticos y óseos descubiertos, se sugiere un espacio temporal donde pueden estar superpuestas al
menos dos culturas, siendo la última –tal vez muy reciente- la llamada “tehuelche”. Sólo por comodidad
se habla de pinturas rupestres tehuelches.
Se desconocen, también, pormenores científicos que permitan orientar una opinión cierta sobre los
primeros pueblos establecidos aquí y de su procedencia exacta. Es muy improbable la aparición
espontánea del homo sapiens en tierras americanas, como forma simultánea a la de África por ejemplo.
En cambio, cuando los pueblos asiáticos crecen numéricamente sufriendo de escasez de alimentos y
asediados por las terribles glaciaciones, es posible –de hecho se estudian pruebas- que grupos de ellos
hayan emigrado hacia América del Norte a través de un Estrecho de Behring más elevado y cubierto de
hielos -tras la caza de renos, focas, morsas, osos y lobos marinos árticos-, y de ahí hacia el resto de un
continente más plácido y benigno, portando su propia y rica cultura.¿Treinta y cinco o cuarenta mil años
atrás? Pronto se aplicarán técnicas para determinar bases genéticas de razas.
La Tierra, en su existencia de millones de años, ha sufrido repetidas glaciaciones. Sólo en el
período cuaternario ocurrieron veinte períodos glaciales alternados con otros tantos llamados
interglaciales, donde la vida para el ser ser humano fue posible. El último período glacial comenzó hace
unos 120.000 años y terminó sólo hace unos 10.000. De modo que el rastreo de vida humana en esta parte
del mundo no podría dar resultados más allá de 35.000 a 40.000 años. No tenemos información, al
redactar este informe, acerca de los límites de los efectos de las glaciaciones entre los trópicos. Por todas
estas razones, sólo es posible afirmar que en estas latitudes de la Patagonia aparecieron seres humanos
derivados de otras secciones más benignas.
De los pueblos primitivos supuestamente identificados en la Patagonia, y en el sur y norte de
Chile, se habla con normalidad de períodos de ocho a doce mil quinientos años atrás. Más de algún
observador supone que indígenas conocidos por los europeos en Argentina y sur de Chile (araucanos)
provienen de las selvas del Brasil o del Paraná. Francisco Moreno, con su cultura libresca, encuentra
semejanzas entre los pieles rojas del Norte con los huichilles y tehuelches. Más dura es la interrogante del origen de los alacalufes y yámanas, que presentan rasgos y grupo
sanguíneo distintos a los de onas y chonos. ¿Herencia remota de australianos y polinésicos? ¿Y qué se
explica sobre ese reducido grupo hausch del extremo sur de Tierra del Fuego?
Por último, ¿qué hay tras los restos yacentes de Monte Verde, cercano a Puerto Montt, cuyos
vestigios medidos con el radiocarbono 14 arrojan 30.000 años de antigüedad? Es el sitio arqueológico
más antiguo de las Américas, al menos el que no registra dudas (38.000 años Lewisville; 30.000 años Sta.
Rosa., ambos de USA, no certificados) (G. Mostny, 3.178
*
)
De lo que sí podemos estar seguros es que las geografías antiguas no pueden haber sido las que
conocemos en la Era Cristiana (apenas 2.000 años). Suponemos la ocurrencia de catástrofes de origen
tectónico o climáticos con grandes efectos sobre la naturaleza y los seres vivos. Recordemos, de tiempos
más cercanos, las débiles pero comparativas muestras del terremoto de 1570. En el cataclismo de 1575,
que abatió cinco ciudades del sur; un levantamiento del terreno hizo que las caudalosas aguas del Río
Valdivia corrieran unas para un lado y otras para el contrario; hubo ingreso del mar hasta tres leguas hacia
el interior y un cerro desplomado bloqueó la salida del río Riñihue: el lago acumuló rápidamente tal
cantidad de agua que ella desbordó el gigantesco alud y arrasó poblados, cultivos y bosques. Mil
doscientos indígenas muertos, enormes pérdidas de ganado. Un desastre. Siguió el terremoto de marzo de
1657: Concepción fue destruida, el mar tuvo tres salidas consecutivas barriendo con los escombros de la
ciudad hasta una gran distancia. Después del sismo de 1960, la Isla Guamblin sufrió una diferencia
positiva de 7,44 mts. (Trapananda, N° 1, 1978)
Las alteraciones climáticas también han sido notables. Sólo en el siglo XX, en los últimos
cincuenta años, ya hay profundas variaciones en los glaciales patagónicos. El Jesuita García, en San
Rafael, dice en 1767: “El hielo del ventisquero besa la orilla del agua”. Simpson, en 1871, describe una
masa de hielo que avanzaba 8,3 kilómetros laguna adentro; pero, Steffen, apenas 27 años después, mide la
expansión del hielo y es de apenas 4,5 kilómetros. Además, no se pueden ignorar las grandes erupciones
del Volcán Hudson: años 6.700 y 3.600 hacia atrás, no comparables esa energía y materias liberadas
entonces con las del Siglo XX.
Todos los asentamientos humanos reconocidos después de 1520 (descubrimiento del Estrecho de
Magallanes), al menos en el sur de Chile y la Patagonia, son superposiciones de otros realmente
primitivos. Por ejemplo, no podemos aceptar la idea de que los alacalufes, que no conocían la agricultura,
hayan permanecido más de 12.000 años sin evolucionar. ¿De dónde vinieron si no hacía mucho
terminaba el último período glacial?
Las crónicas de los navegantes y misioneros del XVI y XVII registran datos en términos
incompletos si se quiere pero que ayudan a reconstruir rasgos y características culturales de los nativos de
esos tiempos y no de otros. Después, sabemos mucho sobre la forma en que desaparecieron como etnias
y culturas vivas (¡Tan frágil es la humanidad!). Pero nada está comprobado acerca del origen del hombre
en estas latitudes.
El llamado “arte rupestre” de la Patagonia Chilena se manifiesta en numerosos sitios, como en las
zonas de Río Chacabuco, del Pedregoso, Lago Verde y, principalmente, en el sector de Río Ibáñez. Se
trata de pinturas de manos (negativos de manos), pisadas de animales como si fueran registros de
lecciones, perfiles de guanacos en movimiento o estáticos, guanacas preñadas, escenas, signos, grecas,
miniaturas (ver portada de este libro). Entre los dibujos debe estar el del huemul, que fue un mamífero
abundante en las praderas de Río Negro y las montañas de toda la Patagonia. El color preponderante es el
rojo, pero se encuentran el bermellón, el amarillo, el blanco, el negro y el verde. Estos hallazgos tienen
sus pares en los yacimientos rupestres de la Patagonia Argentina, donde adquieren impresionante
categoría por la abundancia de signos y el abigarramiento de colores y donde, presumiblemente, el clima
seco ha permitido la mejor conservación de esas pinturas, algunas de las cuales resisten al aire libre. Los
autores de este “arte” se caracterizan por ser pueblos pedestres, nómades y cazadores tempranos. Las
*
Todas nuestras referencias a la Bibliografía llevarán en negritas el número de orden correspondiente (final del libro). grecas que suelen aparecer indican influencia de los quechuas del norte de Argentina. Los trabajos de
Hans Niemeyer F., de Luis Felipe Bate Petersen y Francisco Mena Larraín son de extraordinaria
importancia en el tema.
El monje benedictino Rahm, comprobó la procedencia común de los techuelches y los onas, pues
ambos presentan características fisiognómicas parecidas y ellos son portadores del mismo grupo de
sangre IV 0; estimándose, con este hecho, un real parentesco con los demás pueblos americanos. Sobre
los yámanas y alacalufes, establece, como patrón común, la sangre III B.( 3.125 ) y su probable
ascendencia desde Oceanía.
La presencia europea en ambas vertientes de la Cordillera, desde Perú y el Río Paraná hasta el
Cabo de Hornos (para centrarnos en la Región de Aisén finalmente) produjo efectos trágicos en la vida de
todos los pueblos aquí establecidos.
Se sabe que la población residente en Chiloé, Maullín y Calbuco poseía importantes características
propias, confirmadas por versiones de diferentes expedicionarios, como Villagra, Hurtado de Mendoza y
Cortés Ojea. Conocían estos residentes sistemas de agricultura y ganadería, como que tenían cultivos
estables de papa, maíz y quínoa; además, criaban llamas y alpacas. La presencia de estos animales nos
sorprende pues no sabemos si éstos ya estaban en Chiloé o fueron traídos en los primeros barcos que
vinieron expresamente del Callao para mejorar las condiciones de vida en esta isla que pasaba a ser una
base de operaciones náuticas muy importante. Construían sus amplias viviendas empleando palos y barro
con paja. Sus vestidos estaban fabricados con finos tejidos de lana y entre las prendas que más llamaron
la atención son aquellas que se parecen a las actuales camisetas. Todos estos indicios no dejan lugar a
dudas acerca de una antigua ascendencia o influencia de la cultura chincha en el pueblo cunco.
La colonización de Chiloé y los buenos propósitos de los misioneros en su afán de rescatar
familias y tribus canoeras como los chonos, provocó el rápido despoblamiento de los canales, desde las
Guaitecas hasta el Golfo de Penas. Lo mismo de allí al sur. Estos indígenas fueron en parte absorbidos
por la gente cunco-huilliche de la Isla, o fueron deportados, o murieron por enfermedades, o, por último,
terminaron baleados por los hacheros que explotaban las maderas finas de las islas al sur del Corcovado
en el siglo XIX. Ellos, cuncos, huilliches y chonos, son las raíces de nuestros chilotes. Raíces que,
mezcladas con españoles y gente de otras nacionalidades, han entregado este árbol contemporáneo cálido,
humano, de rica cultura, de identidad propia fresca y atrayente.
Sin embargo, no todo fue tan simpático en Chiloé. En el siglo XVII, hubo un ingente tráfico de
indígenas hacia Valparaíso, como esclavos. Y hasta el XVIII se trasladó por obligatoriedad a mucha
gente (siempre fueron los autóctonos) para reforzar los estancos de Osorno y La Imperial. No sabemos
bajo qué condiciones se rigió ese tráfico. Los sacerdotes Venegas y Ferrufino se embarcaron en Octubre
de 1608 en un navío chilote que llevaba todos los años a Valparaíso cargamentos de indígenas esclavos.
La vida española en la Isla Grande tampoco está exenta de vaivenes: parte de la burguesía y de la
nobleza insular, una vez establecidas las encomiendas y las poblaciones más necesarias, busca otros
horizontes en el norte, a raíz de lo cual el Estado dicta controles y prohibiciones de abandonar la Isla. Está
presente, durante toda la Conquista y la Colonia, el temor de que ingleses ocupen lugares estratégicos en
esta parte del Pacífico pues la navegación interoceánica, hasta la apertura de Panamá (1913), se realizó
principalmente por el Cabo de Hornos, a la vela. La tardía aparición de buques a vapor acortaron tiempos
y disminuyeron pérdidas materiales en el Estrecho de Magallanes. De este modo, la homogeinización de
la población restante de Chiloé ha sido bastante completa, salvo los enclaves del interior y los efectos
naturales de las divisiones de clases. Este párrafo es importante, porque constituyeron los chilotes la
fuerza primaria en el poblamiento de la región de Aisén desde la costa hacia el interior, a partir de 1900. Antes de describir a los pueblos precolombinos de la zona de Aisén, que es la que nos interesa en
esta obra, no podemos menos de hacer una breve síntesis de aquellos que vivían en Chiloé y en sus
cercanías:
HUILLICHES. Desde el Río Valdivia y cordillera de Nahuel-Huapi, hasta el Seno de Reloncaví
(araucanos, desde el Valdivia hacia el norte, emparentándose con los bravos pehuenches
establecidos en ambas vertientes de Los Andes). Cazadores y recolectores. Lengua: veliche.
Vecinos de los cuncos, solían arrebatarse mutuamente a las mujeres y niños.
El contacto con chonos, a través de islas y costas de Chiloé continental, prepara su capacidad
para trasladarse en canoas de troncos ahuecados, o en dalcas, por esas aguas.
CUNCOS. Desde el Río Valdivia hasta el Canal de Chacao, en la costa continental, y el
Norte de la Isla de Chiloé (Lámina II, de Historia de Chile Encina-Castedo). Por qué Chiloé: los
cuncos tenían conocimientos de agricultura, alfarería elemental y tejidos de lana, y este aspecto
cultural está presente ahí, a la llegada de los españoles. Fueron muy agresivos y valientes
al momento de proteger sus tierras y después de un famoso alzamiento estas etnias de la Isla
Grande tuvieron una dura represión y aniquilamiento.
Generalmente se habla del pueblo huilliche como nativo o recién llegado a Chiloé. Pero las
características sociales en ella, al arribo de los españoles, señalan la existencia de
una lengua común y de una fusión con los cuncos, principalmente por las características agrarias,
como tejedores y como criadores de ganado menor. Al parecer, los huilliches habían sido
desplazados hacia el sur por los mapuches o araucanos.
En síntesis, podemos afirmar que los pueblos existentes hasta 1520, en la Patagonia aisenina, son:
LOS CHONOS O WAITEKAS. Llamados también waiwenes (indios del sur) por Moraleda en
1792, cuando estuvo en Cailin. Hábitat: desde Las Guaitecas hasta la Península de Taitao,
como espacio normal. Conocían el Istmo de Ofqui y lo cruzaban con frecuencia para navegar en
las costas del Golfo de Penas con sus embarcaciones de madera, de cortezas de cipreses y de
otros árboles cosidas entre sí (dalcas) . No hay indicios de que estos canoeros hubieran hecho
excursiones hacia las tierras firmes interiores, como las del Palena o Aisén. Por el sur, en el Golfo
de Penas y península de Taitao ellos tuvieron encuentros permanentes con los alacalufes.
Primos hermanos de estos chonos, o tal vez de los alacalufes, y quizás la tercera raza canoera de
esta región, son los huilli, pobladores de las islas y canales con frente al océano, desde Guafo a
Península Tres Montes. Ladrillero encontró que la Isla Guamblin (wam-lin), muchas millas alejada
de los archipiélagos hacia el oeste, estaba habitada. Los huilli, pobladores además de Guafo e
Ipún, debieron ser muy buenos marinos de mar abierto con sus dalcas. Poseían perros lanudos y
utilizaban sus pelos para ciertos tejidos. Eran valientes guerreros, usaban lanzas, macanas y
puñales de hueso. No hay más referencias de ellos que las de Cortés Ogea y Ladrillero. No tenían
la misma lengua que los chonos, lo que hace presumir un parentesco más cercano con los
alacalufes.
LOS ALACALUFES Ó KAWÉSHKAR. Llamados también: alak-wulup, tayatafares,
yequinaqueres, pecherés, alik-ulip, o hálup-vúlup (como solían autodenominarse, pero también
qawasqar, en Dawson, según Agostini).
Los primeros navegantes europeos hablan de caucahues (Antonio de Veas) o caicahues, del
Golfo de Penas. Por ahora debemos contentarnos con decir que lo caucahues, los calenes ( del Estuario de Calén),
los payos o peyes (propios del canal Messier), los keyes, los caleuches, los lecheyeles y los que el
P. José García denominó taijataf conforman la gran familia de los alacalufes.
Su hábitat se extendió desde Taitao y el Cabo Tres Montes hasta más allá del Estrecho de
Magallanes.
Constituyen un misterio las grandes cavernas descubiertas en Taitao, el siglo XIX, en las
montañas del oeste. Crónicas mencionan enormes espacios subterráneos, en faldeos altos,
ocupados por decenas de cadáveres momificados. Estas piezas fueron, según esas referencias,
destruidas o vendidas por loberos, o cazadores blancos de focas, a los barcos extranjeros.
La Península de Taitao debe ser examinada minuciosamente por científicos.
LOS TEHUELCHES Ó AÓNIKENK. De Río Negro al Estrecho de Magallanes era
su hábitat normal. Pueblo pedestre hasta la llegada de los españoles, esencialmente cazador.
Conocidos como “patagoni”, por el propio Hernando de Magallanes, quien además alabó en ellos
su porte y vigor físico, dieron su nombre a ese extenso territorio.
Parientes cercanos de los onas, por el sur; y de los poyas, por el norte.
La existencia de pobladores en la Patagonia Oriental y cordillerana se remonta a unos once o doce
mil años, según testimonios encontrados en la gruta Fell (XII Región) y otros yacimientos de más
al norte. Hay importantes rastros de gente remota en la Patagonia Aisenina. Pero eso no significa
que los tehuelches de la era hispánica sean descendientes de aquellos primitivos. No hay pruebas.
Hay, más bien, diferencias como lo demuestra el “arte rupestre”.
Los poyas (o payos, o peyes), del Alto Río Negro, tuvieron contacto con huilliches y chonos, pues
siendo cazadores y recolectores pedestres, bajaban al Reloncaví por los pasos cordilleranos.
Los aónikenk, en el Estrecho y Nueva Esperanza, contactaron a los onas y alacalufes.
*
Siempre habrá que tomar en cuenta que éste no es un tratado científico antropológico ni étnico
sino un relato ilustrativo, basado en una amplia literatura disponible, para entender la vida que ha
transcurrido aquí. Los antecedentes para este capítulo son, a lo menos, de tres niveles:
a) Huellas precolombinas.
b) Referencias entre los siglos XVI y VIII, principalmente de conocimiento superficial de los
pueblos nativos hecho por europeos recién llegados o de paso.
c) Referencias en el siglo XIX y XX, bastante más incisivas y con un mejor acercamiento.
Por razones obvias no se debe extrañar que, en las siguientes líneas, bastante generales,
más plásticas, se traspasen los límites prefijados. Veamos:
La vida evanescente de unos canoeros tranquilos.
"La gente que hay en esta ensenada susodicha -dice Ladrillero-, son indios pescadores, de
mediano cuerpo y mal proporcionados. No tienen sementeras, mantiénense de pescado y marisco, y lobos
marinos que matan, y comen la carne de los lobos y pescado cruda o aves cuando las matan, u otras
veces las asan".
El grupo de los chonos, con rasgos mongólicos, procedía tal vez de los niveles costeros de la
provincia de Llanquihue, habrían pasado por Chiloé y, más tarde, empujados posiblemente por cuncos y
huilliches, se refugiaron en los canales de más al sur. Desde Quellón y Queilen a Las Guaitecas no había
mucha tragedia en el paso. De hecho, los chilotes del sur mantienen diferencias de rasgos con los del norte, mucho más mezclados estos últimos. Sus vidas transcurrían a bordo de rústicas canoas y vagaban
de isla en isla. Se calcula que su número fue importante alguna vez, como lo acusan los conchales
descubiertos en las caletas. Alimentación: mariscos, peces, aves ribereñas, mamíferos acuáticos de poco
tamaño. Estos nómades acusan actividad desde varios siglos. No conocieron la alfarería. Sus útiles más
personales eran los cuchillos o dagas formados por huesos de ballenas afilados. Podían nadar en aguas
muy heladas para obtener su alimento. Su unidad social es primitiva: la familia. De baja estatura, troncos
fuertes, piernas más bien cortas.
Estas familias, los chonos, desaparecieron totalmente de la zona, y tal es así que trescientos años
después de la llegada de los españoles a Chiloé, sólo se encontraban algunos rastros, vestigios de
pobrísimas viviendas abandonadas, utensilios domésticos, etc., tal como lo asevera Enrique Simpson,
conocedor de casi todos los canales. Muchos de ellos fueron atraídos por los misioneros de modo pacífico
porque aseguraban el sustento sin los extraordinarios sacrificios ya acostumbrados. Y desaparecieron
como pueblo identificable. Es posible observar dentro de la Isla Grande de Chiloé diferencias entre su
población actual: subsiste en el sur el tipo bajo, fuerte de tronco, piernas cortas y pantorrilla recta o muy
poco señalada (indicio de largas generaciones transcurridas en canoas); en tanto que al norte se descubre
un tipo de más envergadura y de tez más clara.
Algunas familias de chonos se desplazaron más allá de Taitao, hasta ligarse con los otros grupos.
Ellos habrían engrosado las escasas centenas de alacalufes que sobrevivían hasta el siglo XIX. Las
misiones jesuitas de Cailín y Chaulinec, dedicadas a recoger a esta gente indígena, chonos y alacalufes,
informan que ellos solían desertar para acogerse de nuevo a las islas y canales meridionales.
La rápida desaparición de los chonos no permitió rescatar su lengua. Hay tres palabras transcritas
por Fitz-Roy y tres en el Diario del P. García. Las muestras verbales mayores son posteriores y de dudosa
autenticidad.
A pesar de haber desparecido la lengua, se atribuye origen chono a muchas toponimias terminadas
en ec (ek), en ac (ak) (Laitec, Chaulinec, Quenac, Cahuac, Isquiliac, Ichoac, Auchac, otros).
La voz lin (cerro), que no está en lengua continental, es de este grupo.
La voz ao, es característica para las bahías y lugares abrigados: Achao, Cucao, Terao, etc. (Ibar,
3.114 ) Tras haber sido desplazados por los cuncos y huilliches provenientes de los bosques continentales,
los chonos dejaron nombres como el de Chacao.
Estimación de habitantes chonos:
1553 1.000 individuos A la llegada de los españoles a Chiloé.
1850 Escasas familias en su hábitat antiguo.
1900 No existen en su hábitat antiguo.
Notas sobre un pueblo triste.
Los alacalufes, compuestos de algunos pueblos afines que mantuvieron independencia entre sí,
como si fueran tribus, durante centurias se redujeron a la gran comarca que va de Taitao hasta el Estrecho
de Magallanes e Isla Dawson.
Eran los alacalufes de estatura mediana; vestían escasamente con unas pieles sobrepuestas en el
torso, de lobo marino, de nutria o de foca; a veces, utilizaron cueros de huemul, a quien los españoles
denominaron "corzos de los montes". La cara y tronco los embadurnaban con tierras coloradas, negras y
blancas. Solían adornar la cabeza con plumas o alas de pato. Todos estos indígenas se mostraban como
diestros nadadores. Canoeros de tez pálida, cuerpos de piernas cortas y más bien débiles. Alimentación:
peces, mariscos, lobos marinos, nutrias y focas, aves de la costa. El encuentro con una ballena varada,
muerta o moribunda, era una fiesta para ellos. Tuvieron contacto con los techuelches, onas y yaganes. También adoptaron perros como
compañeros de vida. Los tehuelches solían arribar a la actual Caleta Tortel avanzando por territorios del
Cochrane y orillas del Río Baker.
Los alacalufes vivían durante el buen tiempo en sus canoas; en circunstancias adversas ellos se
refugiaban en tierra, en pequeñas chozas cónicas de varillas forradas con cueros de foca, con una abertura
superior para dejar escapar el humo del fuego que mantenían siempre activo. Cuando llegaba el momento
de embarcarse para seguir su nomadismo, guardaban estos maderos y los cueros o cortezas de árboles
dentro de las canoas.
Los diversos grupos mantenían como lazo de unión el mismo dialecto. Se les atribuye a estos
indígenas caracteres físicos superiores a los mostrados por los chonos. A partir del Golfo de Penas e
incluyendo el importante sistema insular que llega hasta las bocas de los ríos Baker, Bravo y Pascua,
hasta alcanzar el Canal Messier *
*
y su término en el Canal Ancho, descubrieron los misioneros gente
canoera supuestamente distinta.
Este lenguaje propio difería notablemente del usado por los chonos, sus vecinos del norte.
Lenguaje polisintético y aglutinante: intrincado, chasqueante, gutural, sonidos enlazados y fluidos aun en
conversaciones largas, a las cuales eran muy dados. Para decir “tierra y sol”: “Huése-kotareluk-chis”.
Para decir “pez”:“Iducheljaluk-chis” (P. Mayorino Bogatello).
Sus utensilios eran comúnmente el arpón, el dardo, la honda, la boleadora de dos piedras y la red
pequeña para cazar en tierra o en el agua. Tejían fibras vegetales.
El hombre se preparaba para la guerra y la mujer procuraba los alimentos y el cuidado de las
canoas. Su organización social estaba centrada también en la familia, con un notorio matriarcado. Se
cortaban el cabello a la altura del cuello.
Los “jentiles” se pintaban el rostro y adornaban la cabeza con alas de pájaros; aunque, también, e
igual que las mujeres, con sartas de pequeños caracoles marinos. Ellas, más comúnmente, usaban collares
fabricados con trozos de madera pulimentada de tal manera que parecían huesos.
Esa característica de un mejor físico, especialmente del grupo calén, ha hecho suponer la relación
amistosa con los tehuelches, denominados también como tsónecas o chónecas, de la Patagonia interior.
No es desestimable la idea de la afluencia de sangre tehuelche en las venas de los indígenas encontrados
por los españoles al sur del itmo de Ofqui. Como tampoco la capacidad de éstos para cazar el huemul en
lugares cercanos a la costa.
En 1936 los últimos sobrevivientes kawéshkar se radicaron en Puerto Edén, Isla Wellington y,
otros pocos, en Caleta Tortel. Allí sufrieron un cambio en sus vidas que determinó su desaparición total.
En efecto, era un pueblo autosuficiente en cuanto a alimentación y adaptación al clima y a la geografía,
pero la presencia del blanco les abrió la perspectiva de recibir alimentos extraños y sin ningún esfuerzo.
Para dicho efecto, el gobierno creó un plan de alimentación. Los encargados negociaban estos productos
por trabajo personal o pieles y mariscos. Se transformaron en gente estática y pedigüeña. Junto con eso,
recibieron enfermedades para las cuales sus cuerpos no tenían defensas. Los marineros tuvieron
relaciones sexuales sin compromisos con sus mujeres; y las enfermedades venéreas, sin tratamiento
alguno, causaron estragos. Annette Laming ( 3.126 ), que visitó Puerto Edén en 1950, relata la forma
dramática en que estos nativos vivían y morían a diario en la más completa indefensión. Un médico
francés vivió con ellos y trató de salvarlos con medicinas y antibióticos. Cuando lograba detener los
efectos de la peste, al cabo de dos años de atención personal, recibió orden desde Punta Arenas de
abandonarlos. Simplemente, abandonarlos.
Se salvaron unos pocos mestizos que se habían ido a trabajar a algunas estancias.
La etnia chona fue extinguida a nombre de la civilización. Una etnia fueguina desapareció baleada
por cazadores blancos. La etnia alacalufe, por un criminal abandono de las autoridades chilenas, en pleno
siglo XX.
*
El P. José García, conforme su costumbre de registrar nombres de accidentes geográficos según las palabras de los habitantes
naturales, escribió "Mesier", por lo tanto el uso actual de una segunda "s" es incorrecto. Habría que arreglar los mapas. Estimación comparada de población alacalufe:
1850 4.500 Fuente : Cálculo de 1924, de M. Gusinde.
1880 3.000 “ : T. Bridges.
1887 900 “ : Censo chileno.
1900 1.000 “ : T. Bridges.
1924 245 “ : Estimación de M. Gusinde, incluyendo mestizos.
1945 130 “ : Censo de Federico Torres.
1946 100 “ : Lipschütz y Mostny.
1948 Los afectó una grave epidemia.
1954 61 “ : Emperaire-Laming *
• Esta última cifra se tomó en Septiembre de 1953. La misma encuesta demográfica indicó que
otros 51 individuos habían emigrado a otros lugares (algunos al continente), 41 habían muerto ahogados
(¿Cómo es posible si eran excelentes nadadores?¿El alcohol?¿Presión sicológica?), 24 por homicidios, y
219 recientemente fallecidos por enfermedades (89 de ellos eran infantes menores de 3 años).
Estampas de un pueblo pacífico y hermoso que se tornó aguerrido y suicida.
Estamos por dar absoluta credibilidad al informe de Antonio Pigafetta, secretario de Hernando de
Magallanes, después que se descubrió cerca de las Torres del Paine (1960) un túmulo funerario con un
hueso de tibia gigante, de una antigüedad no superior a 500 años. Pudieron pertenecer, tanto los
personajes vivos tratados por los navegantes como los restos magallánicos, a una tribu o a un pueblo no
muy numeroso que pronto desapareció en la Patagonia. Trataron personalmente con ellos y las
descripciones de su modo de vestir y pintarse el rostro, así como de sus armas y de su calzado de cuero de
guanaco. Este animal era del todo desconocido de los europeos, de modo que la descripción que hace
Pigafetta de él es muy pintoresca pero exacta. No pudo escribir nada sobre este incidente sin haber tenido
los personajes y las pruebas a la mano.
Todas las referencias al pueblo tehuelche entran a confundirse entre los siglos XVI y XIX.
Por ejemplo, el estudioso argentino Federico Escalada ( 3.59 ) refiere que los araucanos avanzaron
por las pampas en el siglo XVII hasta el eje Mendoza-Buenos Aires y que acostumbraban asolar la
Provincia de Buenos Aires durante los dos siglos siguientes; pero, lo más dudoso de su afirmación es que
por el sur vencieron a los tehuelches a fines del s. XVIII y comienzos del XIX, “en memorables batallas
frente a Coyhaique, avanzando los araucanos hasta el Lago Buenos Aires, donde todavía hay colonias de
ellos (sobre todo en el valle del río Ibáñez)”.
No debiera ser cierta esta afirmación, que en lo de las batallas nos parece cercana, porque creemos
que simplifica toscamente la historia e introduce errores de grueso calibre. En primer lugar, no se trata del
pueblo araucano o mapuche simplemente, sino de los pueblos hermanos de la cordillera y las estepas
orientales; es decir, de los pehuenches, de los poyas, de los moluches, de los puelches, y es posible que
alguna tribu huilliche del Puelo. En efecto, Guinnard ( 2.63 ) no menciona tribus tehuelches ni araucanas
si es que aquellos encuentros -según Escalada- pudieran fecharse a mediados o al término del s.XIX.
Mencionamos este período porque el Complejo del Caballo (acertada etiqueta de otro estudioso) tuvo su
máximo fulgor en ese siglo. Si hubiera sido así, los sobrevivientes de esos combates se habrían replegado
más al sur hasta juntarse con los aónikenk. Pero sabemos que los techuelches günü-a-küna -los de Río
Negro-, tuvieron poderosa presencia hasta que cayeron bajo las fuerzas del General Roca. La indicación
de que gente araucana pobló Puerto Ibáñez, a orillas del Lago General Carrera, sin duda es cierta... pero
en el filo del 1900 hacia adelante. Por ejemplo, la familia de Domingo Inayao, procedente de La Unión,
se estableció en los patizales donde se fundó después el pueblo de Balmaceda (1906), cuando los chilenos
que habitaban el Neuquén, Río Negro y el Chubut tuvieron dificultades para continuar allí como
pequeños ganaderos o comerciantes. Sólo en 1905 los Inayao, los Hueitra y los Paichil ingresaron al Ibáñez. Antes no había nadie allí. Es evidente que estas personas de origen mapuche eran agricultores y
ganaderos; no pertenecían, en absoluto, a los nómades guerreros y borrachos de las pampas.
El francés Guinnard , que estuvo preso tres años por los indígenas, reconoce nueve tribus con sus
respetivos dialectos: los poyuches, los puelches, los cailiheches, los cheueches, los cangnecaueches, los
chaoches, los uiliches, los dilmaches y los yakahches. Estamos hablando de 1856-1859, cuando el caballo
ya les había cambiado los hábitos para arribar a un nomadismo muy activo y con más estrechos lazos
hacia el sur, hacia el norte y con gentes del otro lado de Los Andes. Las nueve tribus se entendían
perfectamente porque tenían una raíz lingüística común. A Guinnard, capturado más o menos en el sector
de Río Cuarto, se lo llevaron los poyuches más al sur del Río Negro; recorrieron en tres años toda la
pampa ( actuales territorios de San Luis, La Pampa, Neuquén y Río Negro, incluso las montañas del
poniente, es decir las del actual Aisén).
Francisco P. Moreno, en su expedición de 1876 al interior del Río Negro, fue huésped del gran
Cacique Shay-hueque, “indio de raza pampa y araucana, bastante inteligente y digno de mandar en jefe a
las indiadas; el principal de siete Naciones que viven en esos parajes: Araucanos, Picunches,
Mapunches, Huilliches, Tehuelches, Agongures y Traro-Huilliches, que se hayan a las órdenes de 84
caciques siguientes (los nombra a todos).” Son los mismos territorios que le cupo conocer a Guinnard en
circunstancias distintas. Puede colegirse, ante ambas informaciones, que las tribus tehuelches estaban
muy activas aunque en decadencia. Como la razzia en contra de los rebeldes de Arauco fue también
igualmente violenta y exitosa, es dable suponer que muchos guerreros de esas tribus chilenas se han unido
a los pampas en las contiendas finales. La abundancia de caballos entre los araucanos chilenos es
explicable pues también participaron en los malones contra la Provincia de Buenos Aires y se dieron a la
“industria” de la chicha y el aguardiente de manzana para efectuar trueque por ganado. Digamos con más
precisión que toda la zona de los lagos chilena y el actual parque de Nahuel-Huapi fue un paraíso natural
de esta fruta.
Suelen distinguirse dos grupos de tehuelches, con lenguas distintas pero que se entendían entre
ellos. Los del sur, los aónikenk auténticos, con su lengua tshon, y los septentrionales, los gennaken,
también günün-a-küna, que hablaban el kuni. Su lenguaje no era muy rico en palabras y se caracterizaba
por las k y los ches; es decir, una pronunciación oclusiva y aglutinante. Para decir “es mi mujer”: “Yas
ksheh”, según Carlos Vega, investigador reciente. Francisco P. Moreno, perito de límites, que sostuvo
una intensa relación con los tehuelches de Río Negro, registró los siguientes vocablos: Sheuen o
Shehuen’á (sol), Keingueinken o Keingueicon (luna), Ter-nsh (noche), Chocheg Shehuem (día), Alen,
Aln, Alnk (hombre), Ishé o Enack (mujer).
No hay, sin embargo, testimonios de su lengua de 1520.
Fue común en ellos pintarse el rostro y a veces el cuerpo. Se dejaban el cabello bastante largo.
Vestían precariamente con dos cueros de guanaco joven (chulengo), uno como delantal y el otro como
capa, con los pelos hacia adentro, generalmente armados por piezas chicas cosidas con tripas delgadas, al
menos hasta que se toparon con los europeos. Su alimentación base era la carne de guanaco, de ñandú y
de huemul; manjar, el huevo del ñandú. Nómades por naturaleza, se cobijaban en toldos o tiendas de
cuero armadas con varas firmes y duraderas, que trasladaban en sus andanzas. Conocieron una primitiva
alfarería para confeccionar tiestos livianos, seguramente aprendida de los araucanos o pehuenches;
durante la época hispánica abandonaron esta habilidad. Fueron diestros en el uso de la lanza y de las
boleadoras largas de tres piedras redondas o de tres bolsas de cuero rellenas con arena. Se organizaban en
tribus y mantenían derechos territoriales, por lo cual sostenían constantes batallas entre ellos.
La transformación radical de la vida de estos nómades, debido al caballo, les llevó a la
desaparición total.
Se dice que restan grupos bastante puros de aónikenk en la región de Santa Cruz. Pero, la verdad
es que los tehuelches, los poyas, los moluches, los puelches, los huilliches del oriente de la Cordillera, son
fantasmas del pasado. Referencias culturales para el papel. Vivían en equilibrio entre ellos y la naturaleza
antes de 1520. La introducción del caballo los hizo fuertes un día, pero también transformó sus costumbres, se mezclaron, fueron disminuidos con el alcohol y diezmados por enfermedades que nunca
habían tenido; por último, asesinados como tribus y grupos étnicos completos
Estimación comparada de población tehuelche:
1839 8 a 10.000 Fuente: Alcides D’Orbigny
1869 1.500 “ : Jorge Musters
1887 1.500 “ : Censo argentino
1931 358 “ : “ Gob. Danieri
1945 180 “ : “ de Federico Torres
Nota crítica: Musters no contó los pampas propiamente tales, más cercanos a Buenos Aires, los que,
unidos (1869) a los de la cordillera y los del sur, formaban oleadas de mil a dos mil indios de a caballo
que asolaban las estancias y robaban masas enormes de vacunos y caballos. Por lo tanto, a esa fecha los
indígenas desde el Tandil y San Rafael al sur no podían ser menos de siete a ocho mil en número. Y cada
uno de ellos atacaba con dos o tres caballos que alternaban como cabalgaduras desechables después de las
batallas, para proteger los animales robados y regresar a sus tolderías sin posibilidad de que les dieran
alcance.
Después que los militares argentinos arrasaron con tribus completas, es propio que un Censo registre sólo
1.500 nativos.
Después del conteo de D’Orbigny, y antes de las guerras de pacificación en Chile y Argentina,
simultáneas, se sabe que hubo un momento de confusos enfrentamientos entre los diversos pueblos de
estas regiones. Una fuente (Leonardo León) entrega los siguientes focos de guerras intestinas, más o
menos de norte a sur: Ranquelches contra Pehuenches; Ranquelches contra los Pampas; Pehuenches
contra los Aucas (Río Chadileu); Pehuenches contra Llanistas (mapuches); Llanistas contra Huilliches;
Huilliches contra Tehuelches (Río Negro); Aucas contra Tehuelches; Tehuelches contra Serranos (Bahía
Blanca); Serranos contra Aucas; Serranos contra Ranquelches. Advertencia: la palabra “contra” es
relativa porque la agresión pudo ser al revés. Razones que conjeturamos nosotros: el apetito por el oro
que movilizaban estas tribus. Nos referimos a la posesión desmedida de masas de ganado obtenidas a
través del robo y el saqueo de las estancias ubicadas en las más ricas praderas del centro de Argentina,
como de la nunca bien medida fuerza del alcohol que se producía en Chile y Nahuel-Huapi para canjear
por caballos y vacunos. El tráfico a través de la Cordillera de Los Andes fue sin tasa, por lo cual se
explica la exaltación inclusive de nuestras tribus de la Araucanía. Famosas son las borracheras de
hombres y mujeres al interior de aquellos ágiles grupos nómades de las llanuras, después de un combate o
“malón”. En Chile no se ha estudiado esta sorprendente industria de la chicha de manzana de inigualada
capacidad exportadora. Todos esos pueblos dados al alcohol y al desorden, desunidos, en ambos lados de
la Cordillera, fueron derrotados por ejércitos bien comandados que obedecían a políticas de exterminio.
San Jaxier de Maullin
San Jaxier de Maullin
Población: (21.152-1992)Hab.) 15.580 se espera nuevo censo 2012.
Sexo: Hombres: 8.146 / Mujeres:
7.434
Edad: 0 a 14: 32% / 15 a 29:
23,4% / 60 y más: 9%
Electores: 9.200 / varones: 4.830
/ Mujeres: 4.370
Estratificación social: La
encuesta CASEN 2000 señala que en la X Región existe un 6,8% de personas en
situación de indigencia (Maullin: 1.428 habitantes) y un 17,9% en condiciones
de pobreza (Maullin: 3.786 habitantes).
Fecha de creación de la comuna:
12 de Febrero de 1560
Areas de desarrollo Productivo:
Esta comuna es fundamentalmente pesquera, actuando como un terminal para los
distintos productos del mar que llegan desde las faenas de pescadores
artesanales, pesca de alta mar y productos de viveros ubicados en la Isla de
Chiloe.
Gran parte de estos productos
marinos abastecen a las plantas industriales instaladas en el área para
procesar, congelar y envasar estos productos en tanto otra cantidad va dirigida
al consumo interno..
Maullin actúa también como Puerto
de cabotaje para mercaderias y carga marítima hacia y desde Puerto Montt.
Se desarrolla alguna actividad en
ganadería y en el área forestal
Rutas de acceso: Desde Puerto
Montt a Pargua, desvío Maullin
Biografía: Su nombre real es San
Francisco Javier de Maullin y habría sido fundada por Don Pedro Asenjo Ojeda un
12 de Febrero de 1560, por lo que tendría más de 452 años de historia. Los
soldados españoles que huyeron hacia el sur como resultado de la destrucción de
la ciudad de Concepcion por los indios araucanos dirigidos por el Toqui
Caupolican en 1554, se refugiaron en el sector de Pilliquen y Chuyaquen,
posteriormente los españoles deciden trasladarse a la orilla opuesta del rio
donde construyeron el Fuerte bautizado como Fuerte San Javier de Maullin,
encomendándose a este Santo de la Iglesia Católica.
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